El Ciclón de 1926

Hay que remontarse al año 1926, y dentro de ese año al mes de diciembre, a las Navidades, que fue la época en la cual el Grao sufrió el mayor temporal, que recuerdan quienes desde aquella época viven, y digo viven por que yo vine al mundo, en el Grao, en el número tres de la calle Buenavista, con posterioridad, el mes de marzo de 1929.

Días antes del 25, día de Navidad, habían llegado a casa de mis abuelos y mis padres, en el número 35 de la citada calle, el hermano de mi abuela Vicenta, el médico urólogo Vicente Compañ Arnau, con su hijo Genaro y su hija Elena, procedentes de Barcelona, para pasar esos días en compañía de la familia. Por aquellas fechas la calle de Buenavista, entre las casas y la orilla de la playa que estaba a todo lo largo de la mencionada calle, solamente había la vía de la pedrera y la tierra de la calzada y no digo aceras pues en fotografías que tengo de aquellos días aun no estaban. También había venido a casa, el tío Sergio Lucas, tío de mi madre, Coronel de caballería, que quería aprovechar dichas fechas para estar juntos en paz y tranquilidad.

Ya el día de Navidad, o sea el día 25, el cielo había amanecido encapotado, con unas tonalidades de esas que hacen presagiar nada bueno, continuando esa tendencia hasta el día siguiente, 26 y segundo día de Navidad, que con el viento y la lluvia en aumento, los hombres de la casa decidieron salir a estirar las piernas, más a pesar de la buena voluntad que puso mi abuelo y acompañantes por dar una vueltecita por el Grao, para ver las incipientes obras de las escolleras de levante y poniente, enfundados en toda clase de chubasqueros.

Al poco de salir tuvieron que desistir de estas intenciones, dar media vuelta y regresar pues las ráfagas de viento iban “in crescendo” y se los llevaban por delante con riesgo de cualquier percance traumático. Por la tarde a eso de las ocho, poco más o menos, los elementos de la naturaleza dieron rienda suelta a sus poderes y haciendo gala de todo su poder, manifestaron todo de lo que eran capaces y en su mayor presencia y potencia.
Aire, agua, relámpagos y truenos, cualquier manifestación relacionada con los poderes celestiales, se manifestó sin recato ni disimulo; como dicen actualmente en lenguaje coloquial “a tope” y “a lo bestia”. Dentro de la casa, teniendo en cuenta los años que median y la forma de construir de antaño, el aire entraba por cualquier rendija, el agua se colaba por entre las juntas de las puertas y las tejas volaban como pajarillos, dejando cantidad de goteras que recogían al principio con cubos y recipientes semejantes y al final arrastrando el agua hacia la calle, daban un aspecto dantesco a la situación. Si a esto añadimos que la luz fue lo primero que acusó los efectos de la tormenta, completaremos la escena y el estado de ánimo de los habitantes.

Para mayor desespero, mi madre que estaba encinta de mi hermana y ya había rebasado la fecha del embarazo y por tanto estaba a la espera de parir de un momento a otro, con lo cual aumentaba la angustia por si en medio de aquel impresionante espectáculo, empezasen los dolores del parto, pero afortunadamente esto no fue así y mi hermana nació dos días más tarde, o sea el día 28 día de los santos Inocentes.

El mar presentaba el temporal más impresionante que se ha conocido; el muelle transversal estaba en sus comienzos y la piedra depositada en el fondo para constituir la base del mismo, no sirvió en absoluto como muro de contención, ya que fue rebasada una y mil veces por la fuerza del huracán, llegando el agua de la orilla de la playa, hasta las mismas puertas de las casas de la calle Buenavista, traspasando la vía del tren y lo ancho de la calle, donde los pescadores, todos a una, con ayuda mutua, amarraban las barcas, una tras otra, a las rejas de las casas, desde las que eran ayudados y alumbrados desde el interior, a través de los cristales, por las puertas y ventanas, con la única iluminación que disponían en aquel momento; faroles de aceite y carbureros.

De pronto se oyeron unos golpes en la puerta, golpes que obedecían a la presencia de dos o tres pescadores, hombres a quienes mi abuelo les merecía toda su confianza y le dijeron:

-“Siño Sentet, todo esto se está perdiendo; esto no hay quien lo salve”


Sentet el Moreno, mi abuelo, se puso el chubasquero, cogió una linterna y junto con los hombres fueron a ver los destrozos que iba haciendo el temporal. No tardaron mucho en regresar, pues poco había que ver, y las malas condiciones iban en aumento, si ello era posible, por la fuerza que llevaba el temporal aquellas horas.

Mojados hasta la camiseta, se sentó en una silla y tras un profundo suspiro comentó con voz baja:
“Esto es un desastre; esto esta todo perdido”.
“La Draga América ha embarrancado en el muelle de poniente y hay barcas por todas partes. Mañana será otro día.”

La noche la pasaron como pudieron. Unos en vela por el pánico del huracán; otros en vela por si acaso a mi madre le daban los dolores previos al parto; otros en vela pensando en las pérdidas que se estaban produciendo y otros en vela por que les tocaba dormir en el suelo y éste estaba mojado y duro. Al fin todos en vela.

Al día siguiente, amaneció nublado, pero con el viento en calma; había pasado el temporal o el cicló; la gente de Castellón bajaba a racimos para ver lo que fue un espectáculo lamentable al ver la cantidad de embarcaciones, pequeñas, medianas, pailebotes y hasta la draga de rosario “Amérika”, que pesaba una cantidad de toneladas impresionante, puestas en los sitios más inverosímiles y las más con destrozos irreparables, árboles arrancados de cuajo y un amasijo de maderas que firmaba la desolación y la miseria. La fuerza de las olas se puede medir, solamente con ver la fotografía de las rocas, de un peso superior a las ocho toneladas, que la fuerza del temporal trasladó de un lado al otro del dique de levante; piedra que posteriormente se colocó en la entrada del muelle comercial para enmarcar la placa del titular “Muelle de Serrano Lloberes”.


Este fue el fin del “Cicló” que tras su paso por el Grao, dejo una estela de tristeza y desolación que solamente se puede comprender por conocimiento directo, o por relatos de primera mano recibidos de mis padres, pues nuestra madre, cada cumpleaños de mi hermana, nos ha refrescado la fiesta con el relato del cicló y la draga “América”.

Afortunadamente, mi tío-abuelo Vicentico, hombre muy adelantado en su momento, fue hombre a quien desde muy joven le apasionó la fotografía y cuando salía de casa siempre iba acompañado de su cámara, circunstancia ésta que sirvió para que tomase una serie de documentos que dan fe de los efectos destructores anteriormente descritos y son unas fotografías de un valor estimable que completan este trabajo.

ESEFERRER 1997
Fotos originales de Vicente Compañ Arnau 1926




1 comentario:

  1. He estat llegint els malnoms del Grau, i m'he adonat que, el Malnóm de MALAVELLA pertany a Juan Bta Gallén Gallén, i per a Juan Bta Gallén Pitarch, pare de l'anterior, pertany el malnóm de MUCHACHO.
    Espere que ho modifiquen, Gracies!!!

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