LA VIRGEN EN LAS COLUMBRETES - Dicbre 1954

La Virgen del Carmen, en las Islas Columbretes
eseferrer
Para comenzar esta relación, nos hemos de trasladar al mes de Diciembre de 1954, día en que se procedió al montaje, instalación, y bendición de la imagen de la Virgen del Carmen en la punta del Mascarat de la “Illa Grossa”, junto al cementerio de la citada isla.

Se habían hecho los preparativos de la excursión, con varias semanas de antelación, al efecto de poder darle a este acontecimiento todo el esplendor que se debía, pues era un deseo, tanto de las Autoridades civiles, como militares y por supuesto de las Autoridades eclesiásticas. Fue un proyecto en el que lógicamente y desde el primer momento incluyó, por razones obvias, a la gente pescadora, a la gente de la mar, teniendo como representantes al Patrón mayor de la Cofradía de pescadores, Don Juan Btª Ruiz Ballester, y al resto de la Junta, de tal forma que no quedase ningún gremio sin representación y que al fin de la jornada todo fuese un cúmulo de aciertos y de alegrías, para su consecución.

Se dispuso lo necesario para que se trasladase a las islas, la mayor cantidad de gente posible; para ello se facilitó el permiso para que todas las barcas de pesca que lo considerasen oportuno, solicitasen la correspondiente autorización, para transportar a las personas que así lo desearan, con el fin de solemnizar más, si cabe este día tan señalado.

El día, afortunadamente, amaneció claro, radiante, limpio, con una ligera brisa, (insisto, que fue en el mes de Diciembre), apto para la navegación y para que las gentes que no estaban habituadas a estos viajes, y a estos medios de transportes, no tuviesen mayores inconvenientes ni demasiados trastornos.

A eso de las seis de la madrugada, se dio salida a las embarcaciones de pesca, con el objeto de que la diferencia de velocidad entre las mismas y la embarcación que llevaba al grueso de las Autoridades e invitados por éstas, quedase compensada al final del trayecto y llegasen todos juntos a la misma hora a las islas, para unificar la llegada.

El Clero, a cuyo frente estaba Don Joaquín Balaguer, Cura Arcipreste de la Iglesia Mayor de Santa María en Castellón (aún no estaba considerada como Catedral), las Autoridades, civil y militar, los Padrinos de la ceremonia, que fueron el Iltmo Sr. Comandante militar de Marina de Castellón, Don Gerardo López de Arce y Martínez y su distinguida esposa Doña Matilde, el Teniente de alcalde del Grao, D. Juan Btª Ruiz Ballester, invitados, prensa, y público en general, nos dieron cita en el muelle de costa, junto al tinglado para mercancías, para embarcar en la fragata “Descubierta”, que la Marina de guerra española puso a disposición para este acontecimiento, subiendo a bordo y zarpando a eso de las ocho de la mañana, como antes decía con un magnífico tiempo, para la estación en que nos encontrábamos.

Cómo es de suponer, nada más salir, había un magnífico estado de ánimo y toda la gente, sin excepción, mostraba lo mejor de sus sonrisas, comentando sus aptitudes náuticas y lo poco que se habían mareado en el transcurso de sus viajes por mar (?). Cada uno presumía en un aspecto u otro, hasta que a un par de millas del faro, mar adentro, comenzó a soplar un “gregalet fotedoret”, de esos que, sin parecerlo y al cabo de no mucho tiempo, comenzaban a hacer cambiar las sonrisas por caras de esas que parecían querer decir:

-“Me da la sensación que me ha sentado mal el desayuno”,

y poco a poco, se buscan las posturas más cómodas, y se busca un poco de aire en la borda, hasta que ocurre lo inevitable en estos casos. Primero con un poco de disimulo, y al poco, “collá y cap a fora”.

¡Uy, perdona, no me había dado cuenta, un poco más y te mancho!.
O aquello tan socorrido,

-“Pues es la primera vez que me pasa, nunca me había ocurrido... ”

Hubo bastante gente que para calmar sus primeros síntomas de mareo, no se les ocurrió mejor solución que bajarse al sollado, “pues sentían un poco de fresco en cubierta y allí estarían más cómodos”. Efectivamente, el mareo se les presentó con más celeridad, y ya ni fuerzas para subir a tomar el aire en cubierta tuvieron.

En fin; sin prisas, pero sin pausa fueron doblando el cuello uno tras otro y en menos de media hora, ya no se podía ir por el barco sin tropezar con personas que de tales tenían bien poco, (con perdón), y que mejor parecían sacos, tirados sin orden ni concierto.

Uno de los que me dieron más lástima, fue un fraile, joven, muy joven, no sé de que parte de España debía ser, y creo que no sería difícil asegurar, que era la primera vez que veía la mar y por supuesto, que se montaba en una de esas cosas de hierro que van por ella. Lo que más me llamó la atención del bueno del fraile, era la alegría, la ilusión que le produjo, en principio, el rato de espera en el muelle para poder subir a bordo, y una vez arriba, ir mirando y descubriendo tantas y tantas cosas nuevas para él, que no dejaba de admirarse cada vez que descubría alguno de los infinitos detalles del barco, el cañón de proa, botes salvavidas, el puente de mando y muchas otras novedades; pero nada más salir por la bocana del puerto, el bueno del frailecillo, comenzó a notar la parte desagradable del viaje, se agarró a la borda y comenzó a tirar lastre, por la boca y por la nariz, y quizás por otras partes que no vimos, pues más bien parecía una fuente que un fraile con hábito.

Así, con estas perspectivas, continuó la singladura, hasta que a eso de las once de la mañana y habiéndose ido agrupando durante el camino, las diferentes barcas de pesca que habían zarpado con anterioridad, se llegó a las islas en una mañana, que con su luz radiante y su limpio cielo, verdaderamente acompañaba a la festividad que se celebraba. Fue un espectáculo que en aquellos momentos daba gusto contemplar, pues las barcas pesqueras todas ellas engalanadas con banderolas y gallardetes de vivos colores, rodeaban a la Fragata, haciendo sonar sus bocinas y acompañándola hasta la escala en el interior de la ensenada de la Illa Grossa, por la que procedería al desembarco del personal que iba a bordo del conjunto de embarcaciones.

Al pie de la misma y como recepcionista de excepción, esperaba a la comitiva, el farero de la isla, el “Virrey de las Columbretes”, como a él mismo le gustaba de llamarse, el llorado y desaparecido amigo Paco Bonachera, sensacional persona de la que tan grato recuerdo se ufanan hoy en día los pescadores y gentes de la mar, que tuvimos el placer y, como no, el honor de conocerlo.

Una vez recibidas las Autoridades por el titular del faro, la comitiva se dirigió hasta el lugar donde estaba el monolito donde posteriormente se iba a emplazar la imagen de la Virgen. Viene perfectamente a colación, relatar las peripecias en que se encontraron muchas de las mujeres, que nada más tocar tierra, la mayoría de éstas pertenecientes a la Sección Femenina de Falange, luego de sufrir todas las inclemencias de la travesía, tuvieron que sufrir nada mas poner los pies en la isla. No me había dado cuenta de qué forma iba la gente calzada, para pasar todo el día en las condiciones de “día de campo” que se presentaba, pero nada más llegar pude adivinar los padecimientos que iban a sufrir durante toda la jornada

Era aquella una época en que estaban de moda los zapatos altos con tacón de aguja, aquellos zapatos de los cuales las señoras mayores de hoy en día recuerdan con bastante disgusto, por los infames resultados que hoy padecen, ya que los pies de aquellas jovencitas, están hoy bastante magullados. Pues bien, como decía, nada mas poner los pies, o los tacones, para ser más exactos, encima de las piedras, que es el único material de que está compuesta la isla, empezaron a doblarse los pies y a romperse los endebles tacones de aguja y no mucho tiempo después, se podía ver a una hilera de jóvenes y no tan jóvenes, sentadas encima de las piedras, ya que sin tacones, o con más de un tobillo doblado, había que pensar que se tenía que retornar al final de la tarde y tenían que transcurrir todos los actos previstos para esa jornada.

Se llegó hasta el pié del monolito, y se procedió, por el personal encargado de la obra, al izado de la imagen y a la colocación definitiva, para a continuación y a cargo de la Autoridad civil de Castellón, pronunciar un parlamento-presentación, poniendo a las islas bajo la protección de la Virgen. El Cura Arcipreste de Castellón, D. Joaquín Balaguer, acompañado de los Padrinos de la ceremonia, el Comandante Militar de Marina, Don Gerardo López de Arce y señora, comenzó con los actos propios para la bendición de la imagen de la Virgen, siendo respondido en sus oraciones por el resto de los concurrentes, los que una vez finalizada la intervención, dedicaron una cariñosa ovación.

Acto seguido, se procedió a rezar una oración por el alma de los difuntos enterrados en el pequeño cementerio existente en la isla, situado junto al pedestal de la Virgen, acto muy emotivo y que produjo más de una lágrima en alguno de los asistentes, a pesar de sus esfuerzos por disimularlas, ya que estas procedían de algún “rudo marinero”, pero que en ocasiones tienen un corazón más tierno que un niño. En este pequeño cementerio hay enterradas seis personas mayores, y un niño, hijo del torrero Zacarías, fallecido al tercer día de su nacimiento, habiendo actuado de enterrador, el farero Sr. Bonachera. Actualmente está también enterrado Pepe Trillo, guarda que fue de las islas, fallecido en Benicassim, que por voluntad propia fue incinerado y enterrado en la isla.
Como final de este acontecimiento, Coro, la hija del Sr. Bonachera, recitó para todos los asistentes, una poesía dedicada a Stma. Virgen, original de Carmiña Gómez, su madre y esposa del farero.

Lógicamente, se premió con un caluroso aplauso, tanto a la intérprete como a la autora de esta poesía, por lo sentido de este homenaje en lo que significaba el acto en sí, y a continuación toda la comitiva se dirigió al faro en cuyos alrededores se habían instalado unas mesas y sillas para que los viajeros pudiesen calmar su hambre y sed, luego de las peripecias que algunos, los más, habían sufrido durante el viaje de la mañana.

Al hacer el cálculo de asistentes al acto, no habían estimado bien el número exacto de mesas y sillas para todos, y en previsión de que alguien se quedase sin sitio, la gente fue acelerando el paso para llegar cuanto antes a ocupar asiento, al objeto de poder comer lo más cómodo posible, ya que habían corrido los comentarios de los muchos alacranes que se podían encontrar bajo las piedras, en la isla, y por tanto el que más y el que menos, quería ocupar silla.



Asistentes al acto, D. Ramón J. Boera y D. Juan Rgez. Bajuelo

Se comió de buena gana, pues habían sido muchas las personas que habían “limpiado fondos”, como se viene a decir en términos marineros, y necesitaban llenar la bodega para intentar el regreso a la base en las mejores condiciones posibles.

Grupos de asistentes a la entronización de la Virgen en las Islas

Dada la época del año en que nos encontrábamos, y lo pronto de la puesta del sol, se procedió a levar anclas sobre las cuatro y media de la tarde, para luego de tres horas de travesía y cerrada la tarde, llegábamos a puerto sanos, salvos y contentos de haber podido disfrutar de una singladura que íbamos a recordar durante muchos años, y que nos permite que hoy, cincuenta y cinco años más tarde podemos relatarla como efeméride que conforma la historia de nuestro pueblo.

Es posible que alguno de ustedes se pregunte, ¿dónde quedó el fraile?.

Pues bien; años más tarde me enteré de que el bueno del “fraret” se había ido a un convento de la sierra de Gredos y que un día le vieron que había hecho un barquito de papel y lo estaba haciendo navegar dentro de una palangana con agua. Al preguntarle si es que sentía añoranza del mar, contestó:
-“Así es de la única forma que no me mareo-”



P.S. Permitánme dedicar este artículo al amigo Pepe Aledón, asistente presente en este acto, como testimonia la fotografía de la bendición de la Imagen, detrás de las Autoridades, y con sus greñas al are.Por nuestros 70 años de amistad.


Texto y fotos originales de Sergio Ferrer.- "Aquel Grao"-Caja Rural - 2002


Reservados todos los derechos

2 comentarios:

  1. Como todos tus relatos, fantástica esta crónica de este hecho tan capital en la historia de nuestro Grao de Castellón.

    Un abrazo, y a seguir en esta línea.

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  2. Mi más sincera felicitación. A la minuciosa exactitud de la crónica, has sabido unir esa "chispa" de humor que hace verdaderamente vívida la relación de este tipo de efemérides.
    Gracias por traernos estos incomparables retazos del Grao de ayer.
    Un abrazo,
    Miguel A.

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